
Suena a una mala película yanqui de años luz atrás.... Pero a mí, a mí, me suena a música para bailar; a los Bunkers, tal vez, o a los A77aque. Música con mucha energía. Para bailar frenéticamente. Volver al colegio me llena de vida. Si en vacaciones pienso, a veces (al principio... por ahí por el 3 ó 4 de enero), en no volver nunca, ahora, que estamos a menos de una semana, lo único que quiero es ver a mis chicos sonreir y jugar, quiero ver mi sala y ordenar los puestos. Pienso en la escuela y creo que una inyección de vigor y creatividad fluye por mis venas. Sí, necesito hechar a andar el año; como que siento que no ha empezado el 2006 (¿?) y tengo tantos proyectos en mi cabeza para desarrollarlos que, a ratos, mi ansiedad convence a mi razón que estoy perdiendo el tiempo. Quiero oler los útiles nuevos, ese aroma inconfundible a la goma nueva, a los zapatos recién estrenados (cuando era enano continuamente me compraban los "Bata": "increíbles", "transformes" o "galácticos", siempre cambiaban de nombre). Quiero ver los diseños de los cuadernos y los artículos novedosos para este año, esos que por ahora, mi hijo, no pezca porque a él una libreta hecha a manos le gusta mucho más. Sí, quiero volver a sentir el bullicio de los recreos: el griterío y el correr casi desenfrenado de unos que se dirvierten pillándose entre sí, los sonidos de las canciones de moda que revientan los amplificadores y los coros de las chicas que así se creen más grandes; quiero reconfortarme con un té caliente y un pan hecho en la casa con amor, y conversar con mis colegas acerca de la vida y la inmortalidad del cangrejo... Quiero volver a enseñar Historia; entretener a un público inocente y sediento por escuchar hazañas de héroes milenarios; hacerlos pensar sobre los problemas que aún afectan a nuestra sociedad; mostrar la geografía loca de nuestro país; los mecanismos de integración cultural... y hablar y discutir y mirar, sentir, escuchar, oler y, en fin, estar luego en la escuela...
Siempre he pensado que entre los pasillos de una escuela, en una escalera escondida o en un salón oscuro u olvidado, debe estar el portal que conduce a los hombres al mundo de la alegría infinita, al mundo de los sueños perdidos... a ese que sólo los corazones ingenuos pueden conocer... Por eso me vuelvo niño todo el año, en especial cuando nos llega marzo.