Esta semana tuve la fortuna de reencontarme con mucho de mis amigos de mi paso por Viña. Con mucho pudor, los siguientes versos salieron de una por puro pensar en toda la buena onda que nos tocó compartir. Y también se le dedico a quienes hoy son parte de nuestro entorno. En fin, a los amigos de ayer, hoy y siempre.
Si volviera a caminar por Reñaca, Viña o el Puerto
calle abajo o cruzando en diagonal hacia el horizonte.
Si pudiera sumergirme en la bruma
de un amanecer tóxico y delirante.
Si quisiera estar otra vez en medio
de esa interminable y cautivante costanera,
siguiendo el vuelo extraviado de una gaviota
o tal vez una melodía conocida
que se cuela por la ventana entreabierta
de cualquiera delas casas o edificios que te abrazan.
de cualquiera delas casas o edificios que te abrazan.
Si deseara.
Si riera.
Si persiguiera un sueño adolescente.
Si me sentara a esperar a que
apareciera la Carola y mis hijos
o todos mis alumnos que me reclaman
por otra nueva lección.
O razón.
Seguro que,
Seguro que,
enseguida, claro,
volvería a tocar en la puerta de mis amigos.
Buscaría en las imágenes,
más que los meros recuerdos.
Iría con fuerza hasta la esencia
Iría con fuerza hasta la esencia
y estaría tardes enteras de furia
y llenaría páginas de muchos libros.
Con los pulmones hinchdos de sol.
Con la simplicidad de la felicidad.
Cuesta arriba.
Seguro que rescataría del tiempo,
del macabro olvido,
del macabro olvido,
y alzaría una gran copa de metal viejo,
con un buen vino sangre y cuerpo,
y en nombre de mi propia vida,
de mi propia sed,
de mi invaluable familia,
gritaría a los cuatro vientos,
impávido,
imperturbable,
imperturbable,
un salud tan sentido,
que en seguida,
claro,
todos quienes saben,
acudirían a los mismos lugares comunes de siempre.
Para reencontrarnos.
Y querernos.
Como sé que nunca dejamos de hacerlo.