
Prefiero morirme acá en Rancagua, porque me asusta París.
Es muy moderno.
Hay tantos rascacielos en Berlín. Tanta gente.
No, yo me quedo. Porque tengo un par de hijos que
quiero ver crecer.
Yo quiero pasear por las estrechas calles de mi humilde ciudad.
Las calles de Dublín me marean. Con su música estridente. Me paralizan.
Las personas no me conoce. No me saludan, en Madrid. Y eso que hablan como yo. Y no entienden mi angustia.
No. Yo me quedo en mi ciudad. Que otros se aventuren por mí. En Ginebra o en Roma, o en la desarrollada Berlín con sus fantasmas de la Guerra Fría.
Mejor respiro los aires de los valles centrales de Chile. No será que me encuentre con los mismos saqueos que casi destruyen París, la moderna, la que forma ghetos con los inmigrantes africanos. No, que me pueden confundir con un marroquí.
No, que me pueden decir que soy un maldito sudaca.
No, porque en Londres supe que murió un amigo por buscar al viejo Barret que le debía una canción. (O le debía una explicación?, la verdad, no recuerdo bien).
En fin. Mejor me quedo acá.
Tengo un hogar al cual llegar.
Mi mujer me espera.
Mis alumnos saben que en la mañana llegaré con una nueva lección.
Eh!, mejor que otros se vayan a Madrid o hasta donde quieran ir.