Estoy inmerso en una vorágine que me encanta. Rancagua no es un lugar en donde se viva a mil por hora, pero tiene su ritmo que hay que saber llevarlo. Creo que ando como escuchando un blues rabioso, de guitarras rasposas, con olor a ron y tabaco, y que la energía que desprendo hace bailar y/o bacilar a cuanto perico se acerca a mí... ¡¡¡Oh, yeah!!!
Por eso no me doy cuenta que pasan los días, que las cosas empiezan y terminan como en un santiamén.
La Flo me lo dice con su acento de guagüita, de princesita mañosa: "Papá, mamos a la paaya". Yo, en tono culto le explico de los ciclos del tiempo y de lo lejos que estamos de la temporada de verano. Pero, allí se queda, mirándome con sus margaritas en las mejillas como diciendo "¡¡¡Qué weá!!!"El Pascal es mi gancho. Esperamos el domingo en la noche para ver los goles del fútbol nacional y comentar los incidentes, estudiar la tabla de posiciones y elegir el mejor gol de la fecha. Si pudiera, lo llevaría a Moscú para ver la final de la Champion Ligue europea.
A la Carola le debo mil poemas. Le debo más de una explicación. La quiero a morir y no me gusta verla partir cuando sale con sus amigas los sábados en la noche. Me dan los peores ataques de celos. Pero, se merece eso y mucho más porque es una mujer formidable.