Yo aprendí a vivir
entre enormes edificios.
Y pasajes bulliciosos.
Con chicos jugando a pillarse,
riendo con una pelota rodar.
Con señoras yendo de compras.
Con hombres recios y
fumando en las esquinas.
O en alguna banca de la plaza.
Yo supe de mí
al mismo tiempo que entendía
donde quedaba mi población
en el mapa de Rancagua.
Calculé las estaciones
y el paso del padre sol,
con las sombras que
oscurecían nuestras calles.
Yo descifré el laberinto
de la Rancagua Sur
recorriendo todos sus ángulos,
sus infinitos rincones,
el escondite de los amantes
la guarida de las reuniones secretas,
los pasadizos hacia aquellos mundos locos que sólo nosotros sabemos.
Yo tengo mis raíces aquí.
Con los vientos frescos y olores caseros
me hice grande como sus edificios.
Conocí la locura y la libertad,
y tejí un sueño provinciano
que apenas está por comenzar.