
Hoy, la O' está en pleno centro y tiene un sello renovado y algo bohemio, pero sigue siendo la misma que en su génesis. Mucha gente de edad habita en sus casas viejas; son los últimos descendientes de las primeras familias que aquí vinieron; son nuestros vecinos; son nuestros propios abuelos (el invierno tórrido de estas latitudes siempre nos lleva a uno o más de ellos).
Ciertamente, ahora vivimos muchas "familias jóvenes" que estamos dando nuevos hijos al vecindario (aquí nacieron el Pascal y la Flo) y también hay mucho lolos que se juntan en su hermosa plaza (aun así, todos en Rancagua la reconocen como una pobla de viejos); un grupo de éstos son los graffiteros, que pintan unos murales extraordinarios y que firman con la frase "los de la O!"
Yo vivo acá hace 8 años y me siento parte de su entorno; los habitantes de siempre así me reconocen y saben que me apasiona andar por ahí desentrañando la Historia que contienen sus pasajes. Yo, a veces, me topo con fiestas donde se reunen personas que han morado por décadas y que recuerdan unas cosas sabrosísimas: lo difícil que era andar en triciclo por sus calles empedradas; sobre los profes del colegio que tras jubilarse se apoderaron de las bancas de la plaza; las excursiones a los potreros, viñedos y manzanales que había en los confines de este pueblo, en la frontera con los predios centenarios de las haciendas de los patrones poderosos.
Yo, a veces, siento que transito entre un mar de espectros que sonrientes se resisten a abandonar este lugar; que nos miran como pichangueamos en la recién inaugurada multicancha; que se sientan con los jubilados, que todavía viven, a departir una manos de brisca o dominó; que pasean con sus nietos y bisnietos que crecen; que van a los negocios de las esquinas y regatean entre las verduras que luego se fundirán en la comida reconfortante de la humilde mesa...
Yo soy de la O'. Me arrogo ser su "Cronista" y desde aquí prometo develar sus encantos y contar lo que en Rancagua, Chile y el mundo está pasando, desinteresadamente y sin un dejo de vergüenza.
Si que sí!